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David estaba muy preocupado, porque la gente, afligida por sus hijos e hijas, hablaba de apedrearlo. Pero, reconfortado por el Señor, su Dios, pidió al sacerdote Abiatar, hijo de Ajinoán:

— Tráeme el efod.

Abiatar le llevó el efod y David consultó al Señor:

— ¿Puedo perseguir a esa banda? ¿Los alcanzaré?

El Señor le respondió:

— Persíguela, porque los alcanzarás y liberarás a los prisioneros.

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